domingo, julio 01, 2007

Firma invitada





Last Days, por David Muela.

http://www.goear.com/listen.php?v=840a53a
Last Days fue exhibida en el Festival de Cannes de hace dos años, y es el anteúltimo film de Gus Van Sant, el nuevo rey del cine independiente norteamericano. A pesar de haber sido publicitada como una recreación de los últimos días de vida del malogrado líder del grupo Nirvana, Kurt Cobain, que nadie espere ver un biopic al uso, ya que Van Sant, al igual que en su película anterior, Elephant (2003), inspirada en la masacre ocurrida en el instituto de Columbine en 1998, no está interesado en hacer una reconstrucción al uso de sendos hechos reales, como cualquier director de Hollywood haría. Lo que este hombre hace es un cine neo-narrativo, casi podíamos llamarlo experimental, a base de interminables planos secuencia estáticos o en movimiento, sin apenas diálogo y sin desarrollar una historia propiamente dicha. Un cine casi interactivo, en el que es el propio espectador quién tiene que darle un sentido a lo que ha visto. Tanto estos dos films como el anterior Gerry (2002) que todavía no he tenido la oportunidad de ver, suponen una agradable ruptura con el cine que nos suele llegar de Hollywood, aunque para mí hay bastante diferencia de calidad entre estos dos trabajos. Pero volvamos a Last Days.En Last Days vemos a una decadente estrella del rock llamada Blake (interpretada por un Michael Pitt clavadito a Cobain) que vive en una mansión en medio del bosque junto a los otros integrantes de su banda, aunque tampoco queda del todo claro quienes son ellos (bueno, en realidad casi nada queda claro). Durante gran parte del metraje Blake se dedica a andar por el bosque, suponemos que intentando buscar paz interior (por cierto, impresionantes las imágenes del bosque), y cuando vuelve a la mansión hace todo lo posible por rehuir el contacto con sus compañeros, que tampoco parecen muy interesados en él. Varias personas se acercan a la casa: un vendedor, dos integrantes de la iglesia mormona, un detective que busca al cantante y la propia madre del protagonista. Supongo que aletargado por las drogas, Blake no les hace caso y se dedica a contemplar la naturaleza o a tocar su música, la única cosa que hace con energía. Al final, ocurre lo que todo el mundo que sepa algo sobre la vida de Cobain sabe que va a ocurrir.

Lo primero que he de decir sobre este film es que, a pesar de la extrema lentitud y parsimonia con la que transcurre y del casi nulo número de cosas “interesantes” que ocurren, no me aburrí en ningún momento de la proyección, y es que a Gus Van Sant no se le puede negar su talento para crear momentos poderosos aunando imagen y sonido: por ejemplo, el larguísimo plano en el que la cámara enfoca la habitación donde el protagonista ensaya mientras oímos una extraña pieza musical me dejó totalmente hipnotizado, con los ojos pegados a la pantalla durante minutos y minutos, y conseguir ese efecto sobre el espectador tiene mucho mérito. El problema de Last Days es que, para mi, se queda en una experiencia sensorial curiosa (y por momentos, como acabo de decir, realmente poderosa) pero no veo nada detrás de sus imágenes. Es decir, no entiendo lo que me quiere contar, no entiendo al protagonista y por lo tanto no empatizo con él, como se puede desprender del tono irónico que he usado al resumir el argumento: lo único que veo es a un pobre hombre drogado que va de aquí para allá sin rumbo fijo hasta encontrar la salida en el suicidio, y aparte de eso poca cosa. Quizás alguna débil comparación entre el protagonista y Jesucristo, como uno puede imaginarse a partir de la conversación con los dos gemelos mormones y del (para mí, bastante ridículo) plano en el que el alma de Blake sale de su cuerpo y sube hacia arriba. Estoy seguro de que el film ya tiene muchos admiradores que harán complejas interpretaciones sobre qué significa, pero para mí es todo tan etéreo, tan abstracto, que me es muy difícil conectar con ello, a diferencia de lo que pasaba en Elephant, film que tiene el mismo tono ambiguo y poético de Last Days, pero que es mucho más comprensible para el espectador gracias, primero, a que los personajes son más cotidianos y cercanos de lo que una estrella atormentada a lo Kurt Cobain pueda serlo, y segundo, gracias a la fantástica perspectiva múltiple con la que podíamos hacernos una idea muy amplia de lo que ocurría, no como en Last Days, donde la historia se centra en unos personajes tan lacónicos y misteriosos que al final el film resulta una experiencia más críptica que otra cosa.Eso sí, hay una escena cerca del final que si que me emocionó: es aquella en la que Michael Pitt toca un precioso tema con su guitarra mientras canta desgarradamente. En esa escena si que veo a un hombre hundido que solamente encuentra en la música algo de energía vital, una razón para existir. Es un momento tremendamente triste y emotivo, la mejor escena de la película de largo.
En fin, recomiendo Last Days a aquellos a los que no les den miedo las películas contemplativas, a aquellos a los que les gusta el cine más como poesía que como prosa, los demás (sobre todo fans de Nirvana que quieran ver a su ídolo) deberían abstenerse si no quieren pasar un rato muy aburrido, aunque, quien sabe, quizás descubran algo que les fascina. Dejándonos de líos, Last Days no es una película para todos los públicos, y punto.
El clip de arriba, Death to Birth, pertenece a la Banda Sonora de la película y está compuesta por el actor Michael Pitt, que interpreta al protagonista y que, en mi opinión, refleja muy bien el estado de Kurt... o Blake.

martes, junio 26, 2007

¿Obra de pelo o tomadura maestra?



Takeshis´ (2005) de Takeshi Kitano.

A pesar de que fue presentada en el festival de Venecia hace ya un año y medio, la mala distribución de las películas de un director, ya de por sí, con poco tirón comercial, se unen a lo escasamente rentable que resulta un proyecto de estas características. Y es que Takeshis´ tiene tela.

Justo cuando esta película llega a estos lares, en Japón, Takeshi Kitano estrena la prometedora "Kantoku Banzai" (2007) -trailer aquí-. Yo descubrí a este director con la chaplinesca, poética y preciosa "El verano de Kikujiro" (1998), y me llegó el éxtasis con "Flores de fuego" (1997), película hecha con dolor en las entrañas, cúspide formal del cine de Kitano, que supone el pulimiento y perfeccionamiento de su peculiar estética de la violencia, de su extraña poesía visual. Todo su cine gira en torno a personajes de extraña parsimonia, cuyas vidas se cruzan de manera constante con la muerte, que pueden protagonizar una escena lúdica y tierna y volarle la cabeza a alguien en cuestión de segundos. La poesía y la violencia cohabitan en los mismos seres torturados.

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"Takeshis puede aparecer como un final de etapa. No sé lo que voy a hacer a partir de ahora. Quizá ya sólo puedo morirme..." Takeshi Kitano; El País, 2/09/05.

En primer lugar, conviene aclarar la naturaleza de Takeshis´. Kitano se ha referido a ella como una inmolación artística: un director y actor consagrado, antipático, que dedica su tiempo libre a perder partidas de Mahjonhg, para después rodar rutinarias escenas violentas , se cruza un día, en el estudio de cine con un actor fracasado, casualmente llamado también Takeshi Kitano. El director, ya en su camerino, se queda dormido. Y a partir de ahí, ya no nos enteramos de nada, hasta que llegan los títulos de crédito en forma de salvación.

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"Toda la estructura del filme está montada sobre la contraposición entre dos personajes, y los dos los interpreto yo, aunque a cada uno le he suministrado sueños bien distintos. La suma de todo eso es el sueño de un realizador." Idem.

Takeshis´ supone la ruptura total con todo el cine que ha hecho Kitano hasta ahora. Es el grito desencantado de un hombre que ha comenzado a ver sus películas como una repetición de fórmulas; el agotamiento vital y cinematográfico inunda la pantalla en cada plano.

Durante la primera media hora (la única lineal e inteligible de la película), Takeshi Kitano se autorretrata, con evidentes ramalazos de ironía, no tanto como él se ve sino cómo aparece ante los medios de comunicación nipones. Seco, caprichoso, ligeramente tiránico. Una estrella, al fin y al cabo. El director-personaje observa con escasa confianza y casi de reojo a todos los seres humanos que le rodean día a día, mientras recorre a pie y con los ojos un plató donde se baila tap-dance y claqué, se ruedan escenas de humor ramplón y donde, finalmente, él protagonizará uno de los momentos más ingeniosos y divertidos de la película, que anunciará todo lo que viene luego: una parodia tanto más graciosa cuanto es de escueta, de los elementos de su cine, con una directa autorreferencia a "Sonatine" (1993). Lo lúdico, lo lírico y lo violento, se entremezclan en treinta segundos del primer y sencillo experimento de metacine del film, como anuncio de los demás.


Takeshi haciendo el Fellini, en una escena de la película.

La cosa se desmadra allá cuando el personaje-director toma contacto con un payaso, admirador de su cine, que le pide un autógrafo. Desde entonces, el Takeshi director se interna en el mundo de los sueños, y comienza el auténtico impacto de esta extraña cinta. El aire de pesadilla se mezcla con un sentido del humor, discorde, asonante, la mayoría de las veces, que impacta cuando inconscientemente lo comparamos a otras películas que se aproximan al onirismo del mundo de los sueños. Y es que los chistes son demasiado socarrones, groseros, ligeritos, para la solemne inquietud que nosotros esperamos de un experimento tal. Eso le da a la película un aire aún más extraño. La repetición de personajes, situaciones y secuencias, en principio cargadas de comicidad, consiguen con su insistencia la creación de un clima raramente obsesivo, que roza lo enfermizo.

El personaje-director sueña con la vida del Takeshi payaso, y dentro de su sueño, el payaso soñado sueña. Las obsesiones de ambos, siempre relacionadas con el mundo de la fama (uno, desea su obtención, y el otro, siente consecuencias casi patológicas al ser famoso), al principio se diferencian bien, pero en un punto, los dos personajes se funden, las pesadillas se vuelven indistintamente sueños, en las que entran en colisión dos visiones aparentemente distintas. Poco a poco, descubrimos lo intuído: esos dos Takeshis son en realidad uno, el realizador; uno es su pasado, el otro su presente; uno es el lado poético, el otro el lado violento; uno es la soberbia (desengañada) de la fama, el otro la humilde búsqueda del éxito; el Kitano de la pantalla y el Kitano real; uno es el yakuza, el otro el payaso.
Takeshi Kitano se niega a dar una abierta interpretación a los sueños que inundan (y ahogan) la película. Se refiere a ella no como un film surrealista e interpretable, sino como "arrealista" o "irrealista".

Un montaje arriesgado, veloz, confuso, nos aturde desde los primeros minutos. Poco a poco, a lo esquizofrénico del montaje se une lo onírico y delirante de las pesdillas. ¿Tiene algún sentido estas imágenes o son un conjunto de locuras incrustadas arbitrariamente? Probablemente, ambas cosas. En primer lugar, es más que claro el afán metacinematográfico del director, que habla de los moldes agotados del cine que ha estado haciendo hasta ahora. En la película se suceden escenas de violencia y de poesía (o de ambas cosas entremezcladas), pero en ellas, los personajes no obtienen, ni por un medio ni por otro, su ansiada redención. Nada llena la hueca existencia a ese Kitano de los sueños que es, a la vez, los dos Takeshis´ de la película que conforman la psique del propio realizador.

Lo más extraño es el carácter de estos sueños. Al principio, se basan en la repetición (aquí sí, con elementos de surrealismo, diga lo que diga Kitano) de la vida monótona, tragicómica y fracasada del payaso. Sus días se ciñen a la rutina de trabajar en un solitario supermercado, a presentarse a castings (con el mismo jurado) en los que ni siquiera le dejan probar su talento y a volver a su hogar para ser el hazmerreír de una pareja de buscavidas. En primer lugar, todos estos personajes son los mismos que aparecen en el plató de cine, acompañando al director-personaje en su vida diaria, y que aquí sus rasgos aparecen grotescos, deformados, reflejados en un espejo de feria. El humor un poco cruel sólo hace reír en los primeros minutos: pronto, y a pesar de que no desaparece el tono humorístico, la repetición de escenas acaba adquiriendo un carácter inquietante, de auténtica perturbación ensoñada.



El actor soñado, pronto, se matará a sí mismo en forma de payaso, e iniciará una violenta venganza contra el mundo: es aquí donde los delirios paranoicos de los dos personajes se funden y se hacen uno, donde la obsesión con la violencia del director aflora, y donde enuncia escena tras escena el aparente fracaso de su propio cine.
Hay muchas escenas de Takeshis´ que saben a timo, a tomadura de pelo, a chorrada hecha sin pensar. La película en sí misma, está estructurada de una manera un tanto arbitraria, se rompen los finos hilos de la lógica de causa-consecuencia, y por supuesto, los del clasicismo cinematográfico de planteamiento-nudo-desenlace. Todo es un batiburrillo de escenas extrañamente combinadas, cuyo nexo de unión es la reiteración de (anti)símbolos, (anti)metáforas y de la aparición de Takeshi. El carácter de la película, pues, aparece como puramente destructivo: el director se burla de su propio cine, cruelmente, e incluso con dolor, presenta una imagen casi asqueada de sí mismo. Takeshi-personaje fracasa en su intento de darle un sentido a la violencia y, finalmente, en la escena de la playa (lugar común en todo el cine de Kitano, de dimensiones líricas, épicas, trágicas y redentores) la posibilidad de lo lírico es destruida por la irrupción represora (en forma de policías antidisturbios, en primer lugar) del círculo vicioso de violencia del que el director no puede escapar: un círculo interno, personal, pero también cinematográfico. La violencia persigue a Kitano, devora sus planos: le roba el protagonismo.

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"P. Un elemento distintivo de su estilo son los cambios de tono.
R. ¡Forman parte de mi personalidad, de mi verdadera naturaleza! Es cierto que eso antes era instintivo y ahora es más consciente pero también lo es que en Takeshis hilvano una serie de sueños. "
Idem.

En alguna web leí la ingeniosa broma de que Takeshis´ más que metacine, es metaKitano. Estoy de acuerdo con ello. No resulta gratuito establecer un paralelismo entre la impetuosa "Fellini Ocho y Medio" (1962), ya que ambas películas son reflexiones autorreferenciales, si bien la del italiano tiene como epicentro el proceso de creación artística, y la que ahora nos ocupa, es una mirada destructiva y satírica de un director a sí mismo y a su cine. Pero ambas conectan al ser autorretratos parciales de dos creadores, de la constante lucha con su propio genio, de los efectos del cine en su vida.

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Pequeña entrevista de Dostoievski a Dostoievski, con pretendidos fines aclaratorios.

-He aquí la pregunta del millón, obligada siempre ante estas obras totales, proyectadas como algo radical: ¿es una obra maestra o una tomadura de pelo?.
-Por momentos, estoy más cerca de pensar lo segundo que lo primero. La ruptura total de una secuencia respecto a otra, sin ningún nexo entre ambas (como en los sueños), se une al alargamiento excesivo de explosiones oníricas, que aparte de alargadas, resultan estrambóticas hasta el paroxismo, y muchas veces presenciamos pinceladas lúdicas disonantes en su ligereza e incluso toques de cine auténticamente cutre.
-¿Aparece esto en un alto porcentaje?
-No lo sé, estimados lectores.
-¿Entonces, querido Fiodor, nos aclararás de una puta vez si es una obra maestra o una tomadura de pelo?.
-Yo más bien la describiría como una tomadura maestra, o si quereis, una obra de pelo.
-Nos estás volviendo locos, Dosto, vamos a ver...¡¿la película te ha gustado o no?!.
-Lo único que sé decir es que estuve una hora y tres cuartos absorbido por sus imágenes, entre fascinado y escéptico, despertando en mí la admiración hacia un genio del cine moderno, pero también la hilaridad ante tantas imágenes hipnótica, extrañamente ridículas.
No sé si me ha gustado Takeshis´, no. Sólo sé que salí del cine como quien despierta de un sombrío letargo nocturno. Y que, os aseguro, la volveré a ver.

Queda una imagen en mi memoria, la de un hombre que no sabe qué hará tras finalizar esta película y purificar en infernales llamas todo el cine que ha hecho hasta ahora. Es el último plano, el hombre que repite circularmente una de las escenas con que comienza la película, y pronuncia una frase cargada de sentido, de verdadera incertidumbre: ¿y ahora qué?. Quizás, como comentaba un amigo el otro día, Takeshi Kitano haya inventado un nuevo género artística: el del suicidio cinematográfico. Corrobora esta teoría el hecho de que, la nueva película de Kitano, sigue los mismos derroteros, aunque con un tono bastante distinto. Ahora sólo nos queda esperar y comprobarlo.

Dostoievski vuelve a la carga

Fotografía reciente de vuestro posteador favorito
Anuncio la resurrección de este Blog, en el que a partir de ahora volveré a publicar críticas de cine y todo aquéllo que se me pase por la cabeza (Intentando que no tengo una relación directa con política, prensa rosa, amarillismo y otros opios del estilo).

¡Hasta pronto, camaradas!.

Fiodor.

lunes, diciembre 04, 2006

Adiós a Claude Jade


El pasado lunes 2 de diciembre falleció Claude Jade, actriz francesa, a los 58 años de edad.
Quería hacerle mi particular homenaje a esta mujer, que para mí siempre fue y será Christine Darbon (aunque llegase a trabajar con Hitchcock en Topaz), el personaje que interpretó en las tres últimas cintas de aquélla pentalogía de François Truffaut que narraba las aventuras y desventuras de su alter-ego, Antoine Doinel.
Atractiva, resuelta, de gesto dulce pero también distante y frío, interpretó inmejorablemente a la que sería la novia (Besos robados,1968) y mujer del personaje (Domicilio conyugal, 1970), del que se divorciaría en la quinta y última película de la saga (El amor en fuga, 1978).

Mi memoria, si el tiempo y el azar son condescendientes con ella, siempre la asociará a esa hermosa comedia romántica, agridulce, fresca y no exenta de sustancia como para hacer a partir de ella todo un estudio sobre el sentimiento amoroso, que es Besos robados.
El título original, Baisers volés, fue extraido por Truffaut de la canción principal de la película, Que reste-t-il de nos amours? de Charles Trenet. Dándoos a conocer a todos la letra de la canción le hago mi particular homenaje a la actriz.
Hasta otra, Claude.

Ce soir
Le vent qui frappe à ma porte
Me parle des amours mortes
Devant le feu qui s'éteint

Ce soir
C'est une chanson d'automne
Dans la maison qui frissonne
Et je pense aux jours lointains

Que reste-t-il de nos amours?
Que reste-t-il de ces beaux jours?
Une photo, vieille photo
De ma jeunesse

Que reste-t-il des billets doux,
Des mois d'avril, des rendez-vous?
Un souvenir qui me poursuit
Sans cesse

Bonheur fané, cheveux au vent,
Baisers volés, rêves mouvants...
Que reste-t-il de tout cela,
Dites-le-moi

Un petit village, un vieux clocher,
Un paysage si bien caché,
Et dans un nuage le cher visage
De mon passé.

Charles Trenet.

domingo, noviembre 26, 2006

Frases de cine (VI)

A petición de David, posteo otra tanda de frases (y diálogos). La foto corresponde a una de las pelis. Son fáciles, ¡espero que no haya quejas!.

"Cuando sonríes, el mundo sonríe contigo"

" - Nos ha guiado una estrella - ¡Os ha guiado una botella!"

" Soy el mejor, soy el mejor, soy el mejor... "

" Cuenta lo que fuimos "

"Esto es el oeste señor. Cuando la leyenda se convierte en hecho, se escribe sobre la leyenda".

" ¿Témes a la muerte, X? - No más que a la vida." Donde X va el nombre del protagonista de la película.

" Gracias a Dios que existen los franceses."

" Aquella colina olía a... victoria."

" El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos."


domingo, noviembre 19, 2006

Las más esperadas (por mí)



Rescue Dawn, de Werner Herzog



Flags of our fathers, de Clint Eastwood

(Que no os engañe el trailer ni el republicanismo del director, al parecer es cualquier cosa menos apologética y propagandística)



Babel, de Alejandro González Iñárritu

The Prestige, de Christopher Nolan

(Cinco razones para verla: 1-Me han gustado todas las películas de Nolan 2-Scarlett Johansson me parece, aparte de una belleza, una actriz de increibles capacidades 3- Christian Bale 4- ¡Sale Michael Caine 5-Sale David Bowie).

Marie Antoinette, de Soffia Coppola

Zwartboek, de Paul Verhoeven

También me interesa la nueva de Lars Von Trier y tengo curiosidad en Cándida (Aunque el trailer no pinta muy bien, pero bueno, de los Fesser uno siempre se espera algo).

Comentad, comentad.

domingo, noviembre 12, 2006

Cortos metrajes (I): Herakles (1962)

Werner Herzog, que por entonces tenía veinte añitos, financió este primer cortometraje soldando acero por la noche en una monótona fábrica berlinesa.
Es irónico y tiene un montaje prodigioso. Espero vuestras impresiones.


ed>
Primera parte

Segunda parte


lunes, octubre 30, 2006

Gangs of Boston



The departed (2006), de Martin Scorsese.

Polis que se hacen pasar por mafiosos; mafiosos que se hacen pasar por polis. Mafiosos que se comportan como polis; polis que se comportan como mafiosos. ¡Qué delgada es la línea de la ley, que los separa a los unos de los otros!. Tan increiblemente delgada, que uno a veces se pregunta si existe realmente.

No es ningún secreto, para quienes me conocéis, que adoro a Martin Scorsese. Malas calles, Taxi Driver, Toro salvaje, El rey de la comedia, Casino, Uno de los nuestros y Gangs of New York son películas que tienen un lugar privilegiado en mi memoria. En su cine, encuentro la inconfundible huella del talento y la personalidad aunados. Con su modo de narrar denso pero nunca pesado, y su poderoso y brutal estilo visual, ha hablado mejor que nadie en estos últimos treinta (y pico) años de los turbios años que siguieron a la Guerra de Vietnam, de la soledad, la brutalidad de las ciudades, la derrota, y, por supuesto, de los negocios ilegales en la ciudad de Nueva York.

Infiltrados me gusta mucho. Tal vez muchísimo. La película arranca con un dinámico monólogo que recuerda a los modelos narrativos de Uno de los nuestros, y sobre todo, a Casino. Un cruel e inteligente capo, Frank Costello (el mismísimo Jack Nicholson), le narra a un fascinado niño la situación de las bandas de la ciudad. En un par de frases, Costello resume el sentido de la película: "De pequeños nos decían que podíamos ser policías o delincuentes. Pero cuando tienes ante ti una pistola cargada, ¿cuál es la diferencia?".
A los cinco minutos de película tiene lugar una elipsis de más de diez años. El niño ahora lleva el rostro de Matt Damon y es un recién graduado policía, que, previsiblemente, sigue tratando con la misma calaña de su infancia: Jack Nicholson le felicita como si fuera un hijo. Mientras asciende en la jerarquía policial a paso de gigante, un joven cadete de la misma edad (Leonardo Di Caprio), es sopesado por las fuerzas de la ley como su mejor baza para acabar con el intocable Frank Costello, rey de los negocios ilegales de Boston. Por el pasado delictivo de casi toda su familia, es presionado, casi obligado, a infiltrarse entre las filas de Costello y actuar como confidente de la policía. Así, será expulsado aparentemente del cuerpo por un falso delito de agresión y llevado a la cárcel durante unas semanas, primer paso en el proceso de infiltración.
Han pasado quince minutos de película. Las piezas están ya sobre el tablero. Es entonces cuando nos sorprende el rótulo que reza INFILTRADOS.
A partir de ese momento, la trama empieza a desarrollarse, laberíntica, intrincada, inescrutable y apasionante, fruto de uno de los mejores guiones escritos en el recién estrenado siglo. La vida de los dos topos se aproxima hasta el punto de que, sin saberlo, comparten a la misma mujer. Un rumbo inexorable conduce a la fatalidad.
La narración es densa, frenética, absorbente: Scorsese mueve las piezas del tablero llevándonos a los límites de la tensión. Visualmente es bestial, apabullante, recupera el poderío visual de las mejores películas del director, y lo adereza todo con una potente banda sonora.
Las sorpresas y sobresaltos son continuos, desde el arranque hasta el penúltimo plano.
No escasean los momentos para reírnos con malicia de los personajes.

¿Es, pues, Infiltrados la obra maestra absoluta de la que tanto se habla, dignísima sucesora de Casino y Uno de los nuestros?. No, en mi opinión. Es una película que atrapa, entretenidísima, redonda. Pero hay detalles que me decepcionan o me mosquean.











En primer lugar, que la violencia, en algunos momentos, sea burda, hueca, esperpéntica. ¿Dónde está ese Scorsese que le daba a cada derramamiento de sangre un regusto sórdido, a la par que sarcástico por la impudicia con que eran cometidos los crímenes?. Gracias a los cielos, hay ecos de ese Marty, el que más me gusta: la aparición repentina de un Jack Nicholson empapado en sangre ajena; la paliza en la tienda de comestibles; el doloroso cacheo que le hacen a Leonardo Di Caprio en su primer encuentro con Costello.

En segundo lugar, que echo de menos cierta profundidad, en todos los sentidos, pero especialmente en los personajes. Exceptuando el de Leo Di Caprio (cuyas motivaciones quedan bien claras), de los otros se nos dicen cuatro cosas que terminan por ser meros apuntes a pie de página. Y sobre la complejidad que acostumbran a tener los tejes y manejes de la mafia en las películas de este señor, ni hablar. Ná de ná. Las relaciones entre los personajes están muy bien en cuanto que atienden a los intereses del guión, que son muy claros. El problema son las (escasas, por suerte) situaciones en que sí se trata de dar profundidad.
¿Dónde está el viejo Martin, eterno buceador de los abismos más sombríos y complejos de América?.

En tercer y último lugar, hacia el tramo final hay un par de giros forzados y un poco traídos por los pelos. Pero no voy a comentarlos aquí, no vaya a fastidiarle la película a los que no la hayais visto.

Por otro lado, el reparto es acertado, y hasta actores mediocres como Alec Baldwin, Mark Whalberg o Matt Damon dan el pego. Leonardo Di Caprio, muy bien, como cabía esperar, y Jack Nicholson sobreactuado, extremadamente histriónico, y, por supuesto, difícil de olvidar. Hay ciertos actores que deben ser domesticados por el director, so peligro de pasarse de rosca a lo bestia. Eso le ocurre al gran Jack Nicholson, y Scorsese ha preferido dejarle libre. Muchos dicen que está cargante e insoportable, pero para mí su caracterización es memorable. Cómo habla, cómo mira, cómo se mueve: le da vida a ese hijo de puta que interpreta.
En resumen, que Martin Scorsese ha vuelto a su amado cine de gangs muy en forma. Infiltrados es una película sombría, violenta, sin concesiones de ningún tipo, con un omnipresente humor negro y un inteligente sentido de la ironía. Es difícil no dejarse llevar por este tenso juego de cajas chinas, tan magistralmente dirigido, narrado y escrito. Brillante Scorsese.


PD: Aprovecho para recomendar Hijos de los hombres y El laberinto del fauno, ambas excelentes. Si no las disfrutais, os doy los 7 euros de la entrada.